«El deseo es el motor que permite hacer las cosas, sabiendo que no todo es fácil». Entrevista a Oriol Genís y Josep María Parcerisa
Oriol Genís es licenciado en arte dramático, actor y creador escénico con una trayectoria de 40 años interpretando los grandes autores del ámbito teatral des de Shakespeare a Calderón de la Barca pasando por Àngel Guimerà y Santiago Rusinyol, así como autores contemporáneos como Helena Tornero o Lluïsa Cunillé. Fundador de varios grupos y colectivos teatrales y ha formado parte de la Compañía La Reina de la Nit y del proyecto T6 del Teatre Nacional de Catalunya. Galardonado con varios premios teatrales como el Premio de la Crítica al mejor actor de reparto por Doña Rosita la soltera de Federico García Lorca en el TNC.
Josep Maria Parcerisa es un joven dramaturgo y director teatral que a demás es graduado en derecho y economía por la Universidad Pompeu Fabra. Con la compañía “la Cremosa” ha dirigido obras arriesgadas como “Purificats” de la dramaturga inglesa Sara Kane.
Los dos artistas han coincidido en la obra “No hi ha fills inocents” sobre algunos textos de Pasolini.
MC: como sabéis, en las XVII jornada de la ELP, que este año son en Bilbao, nos interrogan sobre el tema : Del malestar al síntoma. Nos interesa indagar sobre el malestar en la cultura. ¿Cómo entendéis vosotros los malestares contemporáneos en la actualidad?
JMP: Son muchísimos. Pero una categoría que los engloba es la disociación de la vida cotidiana de la vida biológica.
MC: ¿A qué te refieres?
JMP: A la capacidad de agencia sobre el tiempo. Por ejemplo: las dinámicas actuales del consumismo, el capitalismo, empujan a la prisa, a estar siempre pendientes de los resultados, siempre en un estado de alarma, implica también normalizar la violencia y asumirla. Cualquier situación, por poco importante e insignificante que sea, es susceptible de provocar ansiedad. De manera que las cosas anecdóticas y superfluas acaban adquiriendo unas dimensiones que no son proporcionales a su impacto en la realidad. Todo ello muy vinculado con la forma de vivir el tiempo, de vivir la vida esquivando el tiempo.
OG: Hay como una especie de censura impuesta y de recetas que dicen lo qué se puede decir y de qué manera se debe decir. Esto dificulta el vivir porqué debemos autocensurarnos, para “hablar bien”. Si hablo de racismo debo acertar en las palabras que uso. Si hablo de Palestina debo acertar para que no se me echen encima. Esto crea una sensación de angustia y de persecución, también en las redes, que a mi me pone entre las cuerdas. Actualmente debemos usar un tamiz que no nos deja vivir porqué no permite la interacción de tus ideas con las del otro, no se permite hablar.
MC: ¿Esto es una conversación?
OG: Eso es, nos censuramos y no existe la conversación. Esto es una mal endémico que ahora se autoimpone también desde la izquierda, desde el pensamiento único que era uno de los parámetros del fascismo. Estamos abocados a un mundo cuadriculado que no nos deja ser libres y vivir las cosas ni decirlas como las creemos -estando equivocados o no-. Este es el problema de la actualidad. Nos imponen unos mecanismos de conducta donde el ciudadano se convierte en policía de los demás.
MC: ¿En qué creéis que conecta el teatro actual con estos malestares?
JMP: Para mi la reflexión sería: ¿Por qué se responsabiliza siempre la cultura para que sea ella la que cambie las cosas? Si precisamente es en la cultura donde aún hay algún vestigio, una manera de hacer, que pueda llevarnos a un espacio mejor, ¿por qué no se visibiliza, se potencia y se le da el valor que merece y en su lugar se la responsabiliza? Si lo consideramos el lugar donde hay, aún, margen de maniobra habría que potenciarla, en lugar de responsabilizarla.
MC: ¿Crees que se la responsabiliza?
JMP: Si. Muchas veces, bajo los discursos imperantes, bajo esos temas que se considera que deben formar parte de las discusiones del día a día. ¿Es nuestra responsabilidad hablar de ellos? ¿Por qué?
MC: ¿Cuáles serían esos temas?
JMP: Por ejemplo: castings con personas racializadas o hablar de temas que tengan que ver con las cuestiones raciales. O hablar del feminismo o del transexualismo. Debemos tenerlo en cuenta de modo panfletario, en lugar de tener una actriz trans en el escenario sin que el ser trans sea “el tema” del espectáculo. ¿Por qué en lugar de poner en escena una representación de la sociedad debemos poner en escena un panfleto reivindicativo? Creo que la gente que sube a escena desde ese lugar es oportunista, paternalista… Existe una violencia sistemática y estructural que no se combate y se responsabiliza al mundo de la cultura que lo ponga en evidencia. Nosotros deberíamos poder prescindir de esos problemas y centrarnos en nuestro trabajo.
MM: Pero precisamente la cultura permite un impacto en la sociedad que no podría hacerse desde otro lugar.
JMP: El problema es la cultura institucionalizada, financiada, la que no es precaria. Esta sí viene con ese peso. En cambio la cultura donde se trata de “picar piedra “, la cultura popular, conserva otros valores paradigmáticos, lleva acarreando esta carga y no es su responsabilidad. Hay temas muy importantes que se nos pide que los tratemos de forma oportunista.
OG: Yo soy muy aficionado a la ópera y en ese ámbito ha habido hace mucho tiempo actores negros y se ha creado una normalidad donde pueden cantar un papel de un personaje que no es negro. Hubo una lucha, alguien rompió la barrera. O por ejemplo en la filarmónica de Viena empezaron a tocar Mahler y el público se quejaba porqué era judío. Hubo conflictos, pero se imponía la cualidad bucal y el nivel artístico, en el caso de las cantantes de ópera de color, por ejemplo. Actualmente el problema es que eso te da puntos, hay una moda en los repertorios donde debe haber un actor “racializado”, así lo dicen. Es la cuota. Cumplir la cuota del número de personas racializadas, el número de mujeres, etc. Si no lo tienes en cuenta, no entras en la subvención. ¿El tipo de actores debemos decidirlo por la cuota? ¿habría otros caminos para que el público se acostumbre a ver actores de todo tipo, sin que sea por la cuota?
MC:¿Cómo es vuestra conexión con el público?
JMP: Me parece que en nuestro trabajo se trata de ofrecer belleza, de ofrecer un espacio donde entre público y escena se crea un microcosmos momentáneo donde se comparte un tiempo ritual, que es mas lento y que conecta con la vida. Se trata de un valor de “lo estoy haciendo para ti, lo mejor que puedo y sé”.
MM: Hemos hablado de los malestares de la época, pero ¿qué hay de vuestros propios malestares? ¿qué os permite el teatro?
JMP: Yo no defiendo el arte o la actividad cultural creativa como terapia propia. Creo que como director de escena estaría cometiendo un error porque estaría trabajando para mi mismo en lugar de trabajar para el espectáculo, para el conjunto y para el público. Otra cosa es crear espacios de creación colectiva con colectivos determinados, por ejemplo, he trabajado con proyectos de memoria histórica intergeneracional, con pacientes de un hospital psiquiátrico, etc…La cultura a tiempo puede ayudar muchas veces a no caer en determinados bucles porque es un espacio de reflexión, de crítica, de conocimiento.
OG: Existe en la sociedad el “nos tenemos que realizar”, bueno, pero no hace falta, no hace falta que sea un trabajo interesantísimo de la vida. Se mitifica un poco el mundo del teatro, pero cualquier trabajo puede ser productivo para la sociedad. Pero como el capitalismo lo tritura todo, las ideologías y las personas, eso lo perdemos de vista. Es la competitividad que crea la sociedad capitalista, que parece que hay profesiones mejores que otras y más deseables. Si regresamos al mundo del teatro nos encontramos con precariedad laboral y los actores se ven obligados a hacer cualquier cosa para poder sobrevivir. Eso hace que los actores olvidemos, a veces, la parte creativa y propositiva. Yo no tengo bastante con ser un actor mercenario, que actúo para ganar dinero. Es importante pensar en ¿qué quiero contar con esta obra? ¿qué mensaje estoy transmitiendo? Todo esto puede perderse por las circunstancias laborales y la precariedad. Eso puede llevar a aceptar encargos que son subproductos culturales.
MC: Vosotros tenéis edades distintas y diferente recorrido profesional. ¿En qué medida habéis podido decir sí y no a las propuestas de trabajo, mas o menos interesantes?
OG: Eso depende mucho de las circunstancias personales. Hay actores que deben dar clases para que su economía salga adelante. El problema es que eso requiere esfuerzos que luego uno no puede dedicar a ser actor. En mi caso he tenido facilidades para quedarme haciendo de actor. Mi mujer tenia unos ingresos fijos que me permitía equilibrarlo, hubo un “entente cordiale”, en ese sentido. Eso me ha permitido seguir con mi trabajo de actor que es lo que siempre he querido hacer.
JMP: Yo tengo un trabajo, en el ámbito de la cultura. Trabajo 7 horas cada mañana y por la tarde hago teatro. Mucha gente del sector, como yo, necesitamos una fuente de ingresos para poder hacer proyectos y hacer lo que queremos. Eso implica hacer jornadas de 15 horas. A veces pienso que voy a cansarme porqué es muy duro. No puede haber conciliación familiar ¿que ocurre con el tiempo de descanso? Lo que acaba pasando es que el tiempo personal desaparece. Implica un desgaste muy bestia y preguntarse constantemente si sigues haciendo teatro. Y acabas haciéndolo porqué es un deseo y vas encontrando la manera de gestionarlo. También es una necesidad de expresarse artísticamente y eso puede ser un problema si no tienes es espacio donde hacerlo, ni el tiempo para hacerlo. Somos gente inquieta y tenemos necesidad de expresarnos y encontrar lenguajes nuevos. No sabemos vivir sin buscar la belleza… estas en sentado en un lugar… y se te dispara la cabeza. El problema es que no se entienda como un oficio. A menudo la gente nos dice “haces lo que te gusta” y parece que eso es suficiente. Pero no es suficiente. ¿por qué no hay condiciones laborales dignas? ¿por qué no hay sindicatos potentes en el ámbito cultural?
La respuesta tiene que ver con esa lucha, es un malestar que te ilusiona, es como bañarte en tu propia miseria. Sigo luchando, estoy sufriendo, pero lo sigo haciendo, ¡hasta que el cuerpo aguante! No porqué seamos masoquistas si no porque nos posicionamos en lo que queremos hacer.
OG: Cuando eres joven toca buscar un lugar y el deseo es el motor que permite hacer las cosas sabiendo que no todo es fácil. Y eso es lo que permite no quedar atrapado en el malestar y comprometerte con tu trabajo. Debemos arriesgar para hacer lo que queremos hacer y poder avanzar, a nadie le regalan las cosas, toca pagar un peaje. En ese sentido el malestar es necesario.
MC: Que interesante que podáis trabajar juntos siendo dos generaciones con recorridos tan distintos si eso permite un diálogo y no quedarse atrapado en la queja.
OG: El teatro nos ofrece un espacio de diálogo donde las generaciones se pueden encontrar.
Entrevista realizada en catalán y traducida por las propias entrevistadoras.
Montse Colilles y Magda Mataix
son socias de la sede Barcelona de la ELP.