Los malestares y la demanda en la era del desamparo capitalista

Tengo la impresión de que, al referirnos a los malestares contemporáneos y a las formas actuales de presentación de la demanda, acentuamos demasiado la idea de sujetos abonados a la satisfacción, entregados a los excesos, reivindicando el derecho a gozar y que, como efecto de las coordenadas actuales de la civilización, se hallan instalados en una inmediatez que excluye la pregunta por el sentido.

No hay duda de que esa dimensión se halla presente en la clínica actual, pero me pregunto si con ese enfoque no perdemos un tanto de vista el verdadero carácter del imperativo de goce que promueve el discurso capitalista -enormemente superyoico-, y también que el tipo de adicciones que genera responden a menudo a una huida frente a la angustia que suscita dicho imperativo, a un refugio en “los lenitivos que permiten soportar la vida”1 (Freud). Miller lo señala en estos términos: “Lo que llamamos discurso capitalista es, sin duda, una forma del discurso del amo, pero no es capaz de refrenar al superyó. Impera, más bien, al servicio del superyó”2.

Este espacio excluye la referencia a lo específico de la clínica del caso por caso, pero creo que puedo hacer una reflexión de carácter general, basándome en mi propia práctica analítica y en lo que escucho en la práctica del control.

En el ámbito de las neurosis, las demandas que tengo presentes remiten, en casos puntuales, a la irrupción de una enfermedad orgánica o a la pérdida de un ser querido, pero, de manera más habitual, al encuentro con la falta de relación/proporción sexual: el desencuentro amoroso, las infidelidades, el divorcio, las familias recompuestas, las vacilaciones respecto a la modalidad de goce sexual y a la ‘identidad de género’. En el ámbito de las psicosis, tengo presentes el surgimiento de fenómenos elementales o la agudización de desórdenes corporales como consecuencia, también, de crisis afectivas o familiares.

Pero quiero destacar que, en prácticamente todos esos casos, la demanda se enmarca en un contexto en el que las características actuales del Otro social están presentes bajo la forma de diferentes modalidades de precarización, que redoblan la posición de fragilidad del sujeto cuyo equilibrio fantasmático se ha visto alterado en alguna de las circunstancias que he mencionado. Precariedad laboral, sueldos bajos, competitividad extrema, prescindibilidad, exigencias burocráticas y/o académicas, riesgos laborales, arbitrariedad: toda una serie de elementos que hacen surgir la dimensión de un Otro hostil en el ámbito de las empresas o, incluso, del Estado.

¿Cuestiones para la sociología o la política? Sí, por supuesto, pero también para el psicoanálisis. Evoco, en primer lugar, una conocida cita de Lacan, referente a los efectos del discurso capitalista:“ Aquello que distingue al discurso del capitalismo es esto -la forclusión, el rechazo fuera del campo de lo simbólico, con las consecuencias que ya he formulado, el rechazo ¿de qué? De la castración. Todo orden, todo discurso que se emparenta con el capitalismo deja de lado eso que nosotros llamamos, simplemente, las cosas del amor”3.

Miller se refiere a ello cuando, en 1996, evoca “el desamparo del sujeto frente a los imperativos de rentabilidad”4 y afirma que “como predijo Lacan, el fracaso de lo humanitario se declara todos los días. ¿Cómo resistiría lo humanitario el cálculo universal de la plusvalía y el plus de goce?”5 Y añade una afirmación que introduce la dimensión de la angustia: “¿Cómo la clínica podría ser indiferente a esta vía que llamaríamos con el término freudiano Hilflosigkeit: el Hilflosigkeit capitalista, el desamparo organizado frente a los fundamentos del imperativo de rentabilidad? (…) Nuestra civilización supone angustiar metódicamente al asalariado”6.

Creo que, junto con los aspectos ya mencionados, la crisis de la vivienda -devenida un objeto de especulación que compite en rentabilidad incluso con las inversiones más productivas- se añade a esta serie de malos encuentros con un mundo comandado por los imperativos del discurso capitalista, y muestra claramente este empuje a la angustia, es decir, a hacer surgir en el campo del sujeto el objeto al que el Otro le reduce y al que le empuja a identificarse.

En el caso de los jóvenes, dicha crisis introduce una demora en la edad de emancipación -la de España es una de las más altas de Europa- que mantiene a muchos jóvenes atrapados en una modalidad de lo que Freud denominó la neurosis actual: la convivencia forzada, real y cotidiana con los padres, que infantiliza y hace obstáculo al distanciamiento subjetivo de la escena familiar. Este estado de cosas les confronta a la crudeza que expresaba aquel eslogan coreado en muchas manifestaciones: “No tendrás una casa en la puta vida”. Creo que lo que ahí resuena es del orden del menosprecio, del rechazo, del insulto escuchado y reconocido en la retórica del discurso neoliberal, detrás del cual reconocemos también la presencia del objeto: no vales nada, el Otro no tiene un lugar para ti, no te necesita, no cuenta contigo, no te facilita inscribirte en la serie de las generaciones, sino que, más bien, produce una ruptura: No future.

¿Cómo puede nuestra clínica no ser indiferente a este “desamparo capitalista”? Quizás, teniendo en cuenta que en el trabajo de producir un síntoma analítico a partir de la demanda, el malestar vivido en la esfera personal -el encuentro traumático con un goce propio- se inscribe a menudo en un lazo social que empuja al superyó, a una exigencia de goce con la que el sujeto también ha de poder arreglárselas mejor.

josepmariapanes@hotmail.com

Josep María Panés es miembro de la ELP y la AMP.

 

Notas:

  1. Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura”, Obras completas, Tomo VIII. Biblioteca Nueva, Madrid, 1974, p. 3024.
  2. Miller, Jacques-Alain. “Una lectura de algunos detalles de “Televisión” en diálogo con la audiencia”, en El lenguaje, aparato del goce. Colección Diva. Buenos Aires, 2000, p. 40.
  3. Lacan, Jacques. Hablo a las paredes. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 10.
  4. Miller, Jacques-Alain. El Otro que no existe y sus comités de ética. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2005, p. 18.
  5. Ibid, p. 16.
  6. Ibid, p. 18.