¿Clasificamos?
Aquellos formados en un ambiente hospitalario, aprendimos a utilizar la clasificación diagnóstica clásica (diagnóstico principal y diagnóstico diferencial) con la intención de explicar el malestar desde la desviación de la norma.
Se trata, desde esta perspectiva descriptiva, de ubicar la categoría que le corresponde a un determinado paciente a través de la exploración de signos y síntomas. El diagnóstico diferencial, implicaría el ejercicio clínico de pesquisar aquellos cuadros nosológicos en los que se pensó al explorar los síntomas, identificando con precisión los motivos que justificaron el descarte y, por ende, la elección del llamado diagnóstico principal.
En cambio, para el psicoanálisis de orientación lacaniana, el diagnóstico diferencial implica un trabajo en el que la posición del analista en la cura está en el centro del juego.
En primer lugar, me parece fundamental recordar que para el psicoanálisis los síntomas y malestares son la respuesta de cada sujeto a la cultura y, en consecuencia, cambian según los avatares de cada época.
En esta, nuestra época, suele suceder que las personas se presentan en la consulta usando casi como un remplazo de su apellido un diagnóstico del DSM (soy déficit de atención, creo que tengo autismo, tengo fobia social, estoy deprimida), se destaca la certeza de ser uno más en una mayoría descrita por la evidencia científica.
En general, solemos invitarles a hablar, bien sea que propongamos volver a eso luego o preguntemos por las razones que justifican el autodiagnóstico, el asunto se suele dejar en suspenso y dejar un diagnóstico en suspenso, es un trabajo.
Mientras para la clasificación clásica implicaría iniciar una especia de cribaje con múltiples recursos, la escucha analítica va a apuntar en otra dirección, un trabajo que exigirá una escucha atenta, aunque no tanto, sería más bien flotante, pero ¿Para qué?
¿De qué trabajo se trata?
Dejo claro que el trabajo a realizar no incluye la categorización diagnóstica, en la que la perspicacia clínica implica convertir datos observados y objetivados en signos y síntomas definidos que permitan dar un nombre preciso al motivo que causa malestar.
Por lo menos es así en esta, nuestra época; sin duda en la época de Freud los síntomas y malestares relatados por sus pacientes permitían con mayor precisión categorizar entre neurosis, una clínica definida y claramente localizable. Sin embargo, para nosotros los elementos que permitirían decidir entre neurosis y psicosis se desdibujan cada vez con más frecuencia, en nuestra práctica y exige tal como señala Miller “Esquivar la rigidez de la clínica binaria”1.
Si seguimos en esta línea para ubicarnos del lado del terreno sin fronteras de las psicosis ordinarias, se trata de acercarnos al desorden “en la juntura más íntima del sentimiento de vida en el sujeto”2. Estando atentos a la posibilidad de localizarlo en una triple externalidad: social, corporal y subjetiva.
Me resulta útil tomar en consideración, como Miller sostiene en el mismo texto, la importancia que tiene mantenerse alerta a identificar de qué psicosis hablamos al hablar de psicosis ordinaria. Sacando de esta manera a la psicosis ordinaria del saco clasificatorio y otorgándole un lugar epistémico3.
Entonces, sin perder de vista la estructura, el trabajo se ubica en captar la manera particular de cada uno, para dar sentido a las cosas, acogiendo la demanda y alojando aquello que no marcha.
Mantener un diagnóstico en suspenso el tiempo que sea necesario antes de interpretar, sostener, ofreciendo una escucha que está atenta a los detalles y, alojar lo singular parece ser una respuesta que el psicoanálisis puede ofrecer, que resulta coherente con los avatares de la época.
Emily González es simpatizante de la ELP en la sede de A Coruña, en la Comunidad de Galicia.
Notas:
- Miller, Jacques-Alain. “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”. Revista El caldero de la escuela, EOL, Buenos Aires, nº 14, 2010, p. 14. ↑
- Lacan, Jacques. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible en la psicosis”, Escritos 2. Siglo XXI, México, 2009, p. 534. ↑
- Miller, Jacques Alain, “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”. Op. cit., p. 25. ↑