Composición de la transferencia y acción analítica*
Como una línea que rápidamente esboza el perfil de una figura que luego será definida, de la misma manera, una primera consideración delineará el tema que desarrollaré: el trabajo de los preliminares tiene su orientación, sus coordenadas, es decir, se trata de observar ciertos movimientos subjetivos, de verificar la posibilidad o no de producirlos, dando así a la transferencia su composición1. Eventualmente, aquella que sirve para introducir al sujeto en el discurso analítico. De ninguna manera esto va de suyo, son movimientos que implican, por un lado, la acción del analista y, por otro, la decisión del sujeto, su consentimiento.
Es lo que intentaré argumentar, delineando en primer lugar dos movimientos, que no constituyen ninguna sucesión. El primero involucra la relación con las identificaciones, las más fundamentales, bajo las cuales se refugia el «yo soy». El analista sostiene la posibilidad de interrogar dicha relación, de aflojar el nudo. Las creencias vacilan, la incertidumbre atrapa los significantes amos e insinúa la duda de que el ser se refugia en otra parte, en otro lugar. El sujeto toma una primera distancia de las identificaciones y al mismo tiempo del discurso dominante, el del amo, incluso en sus variantes más actuales. De hecho, los significantes identitarios en juego no son solamente aquellos vinculados a lo particular de la propia historia. Registramos también una nueva forma de significantes amos recortados del empuje al goce generalizado que promete siempre más novedosas e intensas satisfacciones. Y de manera estrechamente relacionada, registramos la tendencia a hacer del ser un dato en lugar de una cuestión, un hecho psíquico que se puede objetivar. Algo que no va sin el empleo de los dispositivos de la técnica y los medios digitales.
Exhibido, dado a ver, el ser se hace social. Se muestran los rasgos identitarios, pero también se esfuerzan por mostrar el goce que se obtiene de ellos. La idea de transparencia de sí mismo puede así renovarse y fortalecerse con la puesta en escena de un goce en el que reconocer lo que uno es. Justo lo contrario de la acción analítica.
El segundo movimiento sostenido por el analista se desarrolla, en cambio, sobre la vía del síntoma, considerando que, a partir de Freud, la jugada de apertura del análisis está dada por su transformación en enigma. Algo no anda, no funciona. Surge un sufrimiento y el sentido se escapa. Se procede entonces a localizar la repetición sintomática y se espera un efecto bien preciso: el surgimiento de la función interrogativa que Lacan llamó significante de la transferencia2. Aquí reside la condición de base del fenómeno transferencial: en el síntoma, en el sufrimiento que provoca y que se convierte en una cuestión urgente, esencial, cuya solución no va de suyo, se relaciona con el ser, precisamente aquello que las identificaciones no bastan para representar. Pues bien, ¿Encontramos todo esto? ¿El síntoma se carga de un querer decir que necesita ser descifrado? ¿Se abre al Otro? ¿Se despliega para la interpretación? Claro, la idea de considerarlo solo un trastorno del que hay que deshacerse siempre está lista para objetar. Pero en particular, ¿No es eso lo que se elide con el estilo de adicción que los síntomas tienden a asumir, en respuesta a los actuales empujes consumistas? La satisfacción pulsional es ahora evidente, cada vez un poco más de goce que añadir. No pasa desapercibido cómo de esta manera la dirección del síntoma refleja aquella de la identificación: trazar su línea es el paso a la evidencia de un goce en torno al cual modelar el ser y organizar los síntomas.
Entonces, hoy más que nunca, se comienza al revés de cualquier idea de transparencia. Con el analista que no cede al deslumbramiento de la evidencia y mantiene firme como orientación lo real, un real del goce irreducible al campo de la representación y, por lo tanto, opaco. Sobre esta referencia calibra su posición, o como apunta E. Laurent, la de aquel que sostiene la interrogación, la apertura, el enigma en quien lo consulta3. El analista considera así, para cada caso, la profundidad del corte que separa al sujeto de la interrogación y aísla, en las emergencias de lo real, en sus retornos, los posibles puntos de conexión. Dicho de otro modo, se comienza con el analista que se incluye en el discurso del sujeto, con renovada decisión y precisión para resaltar los rasgos de opacidad capaces de interrogar y perturbar los significantes identitarios y situar en el lugar vacío, al menos un poco, los significantes de la transferencia.
Al mismo tiempo, sin embargo, se comienza con la prudencia y la atención diagnóstica que tales movimientos requieren, verificando sus condiciones de posibilidad. Solo sobre el trasfondo de un sólido enganche con las identificaciones es posible proceder a su aflojamiento.
Mientras que en los casos en los que encontramos una especial precariedad, una débil resistencia, índice de un impasse profundo, de estructura, la exigencia es en ese caso sostenerlas, hacerlas consistir. El trabajo de los preliminares requiere de esta verificación. Así como procede precisando la efectiva consistencia del síntoma, que el sinsentido esté encerrado en su repetición, que la enigmática opacidad con la que lidia el sujeto no sea del orden de la perplejidad que testimonia la experiencia de la psicosis, poniendo de relieve la necesidad de ser atenuada.
Dos movimientos y ahora un tercero, susceptible de introducir al sujeto en el discurso analítico. Su dirección es brevemente indicada y va del enigma del síntoma hasta el saber. ¿Qué saber? El que se supone al analista, en primer lugar. Sin embargo, la configuración de la transferencia requiere también otra dirección: el inconsciente del analizante. ¿Se logra operar tal cambio, de modo que, en oposición al significante de la transferencia, surja la significación de saber inconsciente? Una respuesta es por lo tanto esperada del decir del analizante y no deja inmutable la función del enigma. Con la oferta de otros significantes para movilizar y enganchar su fuerza interrogante se atenúa. Sin embargo, a condición de que el analista la sostenga, la encarne con su presencia, no se apaga. Más bien, el enigma se articula en la palabra del analizante, se aloja en el espacio entre un significante y otro, sigue como una sombra su relación, impidiendo que la cadena se cierre sobre el sentido.
También aquí se procede con prudencia, advertidos del riesgo que el enganche que tal significación de saber constituye para aquellos sujetos propensos al delirio, considerando la necesidad de moderar la potencia, para que no invista al analista. Igualmente, sin embargo, cuando existen las posibilidades para dar curso a esto, no se puede pensar en ningún automatismo. El psicoanálisis no juega su partida en solitario, sino en concurrencia con otros discursos y otras formas del saber.
Sobre todo, como observa J.-A. Miller, hoy el psicoanálisis juega una partida crucial con el saber de la evaluación, cifrado numérico y que, puesto en la posición de semblante absoluto, parece precisamente satisfacer las exigencias de transparencia y trazabilidad avanzadas del discurso contemporáneo4. Ya sean las mediciones del comportamiento y de las funciones cognitivas obtenidas mediante técnicas de observación, test y cuestionarios, o las ‘mediciones neuro’ extraídas de las imágenes cada vez más sofisticadas del cerebro, opera una misma tendencia objetivable. Un mismo obstáculo, ya encontrado: la evidencia que se exige del saber y del objeto de investigación refleja sobre el inconsciente una luz deficiente, de desvalorización. Y así, la inmediatez, la accesibilidad, la usabilidad. Los partidarios de la evidencia y cualidades cada vez más demandadas al saber, no dejan de desacreditar el tiempo y el compromiso que el saber inconsciente necesita para manifestarse.
En resumen, el destino del enigma constituido por el síntoma no se distingue del camino que se recorre para resolverlo. Y no escapa a lo que encuentra en análisis. El sujeto puede estar advertido: el desciframiento del enigma equivale a la elaboración de su particular modo de desear y gozar. Este se debe encontrar en la relación con ese objeto que Lacan indicó con la letra “a”, y que señaló como el más opaco entre los efectos del discurso5. En él se condensa un goce propio de cada uno y, por lo tanto, incomparable con un plus de goce cualquiera, ofrecido a cualquiera y listo para el consumo. Serán las vueltas del análisis las que revelen su particularidad, no obstante, es el analista, en el trabajo de los preliminares, quien marca su lugar.
La introducción del sujeto en la asociación libre requiere tal operación, para que su decir, liberado en lo posible del yugo de las identificaciones, encuentre en el objeto, en su opacidad a disipar, el punto de convergencia.
Concluyo, volviendo a la consideración inicial. Qué movimientos subjetivos es posible y oportuno producir y con qué modulaciones, su ordenamiento o no en el discurso analítico, en otras palabras, qué composición dar a la transferencia, es algo a verificar caso por caso. Esto se refiere a la relación con las identificaciones, con el síntoma, con el saber y el goce – ¿Qué hacer con ellos? y se refiere al hecho de condicionar todo ello a los modos del discurso en los que uno está inmerso. El analista puede dejar claro esto al sujeto, para estimular una elección que, en cualquier caso, será la suya.
Massimo Termini es miembro de la SLP y de la AMP.
*Intervención en el Congreso de la Escuela lacaniana de Psicoanálisis,” La entrada en análisis y sus preliminares”. Napoli, 27 y 28 de mayo de 2023.
Texto publicado en Dossier de la AMP. Blog. Nº 4. “Entrevistas preliminares”.
Traducción: Patricia Schnirelman. Socia de sede de la ELP -La Coruña. No revisada por el autor.
Notas:
- Consideración del término “composición” referida a la transferencia. Cfr. Lacan, Jacques. El seminario: Libro XI. Los cuatro Conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Einaudi, Torino, p. 122. ↑
- Cfr. Lacan, Jacques. Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la escuela, en Otros escritos, Einaudi; Torino, p. 246 . ↑
- Cfr. Laurent, Eric. ”Principios rectores del acto analítico” ↑
- Cfr. Miller, Jacques-Alain. “Nuestro sujeto supuesto saber”, en El psicoanálisis n.70, Astrolabio, Roma 2021. ↑
- Cfr. Lacan, Jacques. El seminario, Libro XVII. El reverso del Psicoanálisis (1969-1970). Einaudi, Torino 2001, p. 46. ↑