¡Ay Bilbao cómo has cambiao!

Este título es una frase que se suele repetir en las bilbainadas. Canciones costumbristas que en tono de sorna relataban las novedades acaecientes en la ciudad. Hay una también para el museo Guggenheim, por lo visto.

Esto daba una idea de Bilbao como villa cambiante en la lógica de su ser en relación al comercio y la minería. Comercio habitualmente marítivo que traía con él algunas novedades.

En la “Conferencia de Bilbao” dictada por Eric Laurent durante las III Jornadas de la ELP sobre “Política del síntoma en el arte, en la ciencia y en la clínica psicoanalítica” en Bilbao año 2004.

Hace veinte años de las que hoy nos convocan.

Eric Laurent decía: “ahora Bilbao es un síntoma con una ciudad a su alrededor. El síntoma tiene la forma indescriptible del objeto G, el objeto Guggenheim”.

“Objeto extraordinario de forma estrafalaria” dice. Y añado por si hubiera necesidad porque no se viera, tiene un perro aún más estrafalario que hace correr a los niños a su alrededor como si lo contrario no fuera lo razonable.

«Aquí, en contraposición con las catedrales, el Objeto G presenta como si el vacío mediante una operación topológica haya sacado el vació interior al exterior poniéndolo como objeto-mancha”

Es la mancha, es la lata de sardinas de Bilbao dice Laurent.

Como plantea más adelante “De un lado están los objetos y del otro la causa, los porqués”.

En cuanto a esto hubo durante su construcción varias interpretaciones: desde la del sepulcro blanqueado en relación al horror inmediatamente vivido y nunca cerrado; un modo de reconstruir la razón de ser de la ciudad después de la pérdida de su sentido comercial e industrial. De hecho, en aquellos tiempos sonaban las voces de la reivindicación de la importancia de la ingeniería en la propia construcción y también como reivindicación del alma de la ciudad hasta ese momento.

Es, desde luego, también una realidad que va con el signo de los tiempos. Desde la posmodernidad en el arte, los museos son el verdadero acontecimiento artístico, desplazando de ese lugar al propio arte y desde luego a los artistas.

Es tal el afán que la gran parte de la ciudadanía se encuentra perpleja ante el proyecto de hacer un Guggenheim 2 en Bizkaia.

El Guggenheim es magnífico, ya casi me oriento en él, atrae el interés y las miradas, nos ha llenado la ciudad de gente nueva que pasea mirando las casas. Y les parecen fotografiables para sorpresa de los bilbaínos.

Es estupendo. Pero creo, y quizá por el movimiento topológico de exteriorizar el vacío, nunca podrá tener la función que María Zambrano reconocía para sí en los museos de su ciudad: “Un lugar del corazón”.

Esperaremos entonces que pueda ser la ciudad alrededor de su síntoma. O volveremos a encontrarlo en las Catedrales

pianebreda2@gmail.com

Pía Nebreda es miembro de la ELP y la AMP.